Después de observar el ránking mundial emitido ayer por la Federación de Autoridades Hípicas cabe una reflexión: ¿no es un suicidio para el turf argentino y sudamericano encolumnarse detrás de una entidad capaz de difundir algo semejante?
Dan vergüenza ajena las consideraciones de los handicappers designados para diagramar una tabla que debería tener un peso específico enorme, pero que no consigue ser tomada definitivamente en serio por razones más que obvias.
Sonreir al observarlo es el reflejo inmediato elegido para no ser más profundo y ponerse a llorar. Ya de por sí, los ránkings elaborados de esa forma, mezclando sexo, edades, distancias, pistas y países son dueños de una subjetividad enorme, al margen de que puedan realizarse de forma seria.
Pero si encima de ese pequeño detalle alguien puede dar a entender que en los papeles Black Caviar -con todo el respeto que merece- es más que Blame, Workforce, Goldikova o Zenyatta, definitivamente estamos con el rumbo equivocado.
No hay explicación de porqué una persona que teóricamente es especialista al respecto puede ubicar a la campeona australiana con 130 libras a encabezar el ránking. La polémica es inevitable y lejos está, en este caso, de ser saludable para la hípica mundial.
El desconocimiento -con o sin intención, vaya uno a saber- que revela cada ránking publicado, pero en especial el último, debería preocupar a los dirigentes de la IFHA y a todos aquellos que ven en ella una entidad dominante, un ejemplo a seguir.
Ya de por sí se puede discutir bastante la utilidad de este tipo de entidades y si, en definitiva, aportan algo al deporte con el peso de ser actos revolucionarios o capaces de transformar en bisagra hechos o circunstancias.
El ránking mundial publicado por la entidad que conduce el muy viajado Louis Romanet es una falta de respeto al saber hípico. Un acto absoluto de desconocimiento, más allá de buenas o malas intenciones -de nuevo, vaya uno a saber.
Como tal, debe ser tomado con pinzas, con la esperanza de que alguna vez se lo tome en serio y se haga un trabajo responsable. En el final volvemos a la pregunta del comienzo: ¿no es, al menos, temerario correr a la par de la IFHA?
Diego H. Mitagstein
