Un ejemplo que nos puede servir en Uruguay (por La Nación)

Cuando las sanciones no sirven de ejemplo
Por Gustavo S. González
LA NACION

"Mejorar la confianza", dijo Edward Houghton en diciembre. El inglés preside el Comité Asesor sobre Sustancias Prohibidas de la Federación Internacional de Autoridades Hípicas (IFHA) y se despedía en San Isidro, adonde había asistido para el Primer Encuentro Americano de Laboratorios de Control de Sustancias Prohibidas en Equinos.

"Si no lo hacemos, las violaciones de los reglamentos serán más fáciles", remató, después de que expusieron los responsables de los servicios químicos de los hipódromos de la Argentina, Chile, Uruguay, Perú y Brasil. Y usó otra palabra, para él, clave: armonizar.

Si esto se produjera, el turf nuestro sería el más beneficiado, a juzgar por el volumen de sanciones que se disponen en relación con las de nuestros vecinos. En Chile, por caso, se detectaron seis caballos que compitieron con medicación prohibida y cinco en 2009. Uno de los entrenadores sancionados era representante o pantalla de otro inhabilitado que, de reincidir, no podría trabajar por cinco años. En Maroñas, hubo once positivos este año; en Gávea, Río de Janeiro, cuatro, y en Cidade Jardim, de San Pablo, seis.

¿Y por casa? Un cálculo frío, casi benévolo, indicaría que en 2010 ya hubo al menos treinta. Y en muchos casos a pantallas de pantallas , o reemplazantes de reemplazantes. Lo que equivaldría a tres sanciones a un mismo cuidador. En Kentucky, Jeffrey Raley purgaba una pena de un año y fue sancionado con otros dos porque se descubrió que había preparado dos caballos que fueron presentados por un reemplazante. Raley había firmado los certificados sanitarios y de tratamiento, además de entrenar a los caballos en un centro.

El cuidador sudafricano Mike De Kock, que selecciona para el jeque Mohammed bin Khalifa al Maktoum, de Dubai, ya avisó que no volverá a comprar ejemplares que hayan competido aquí, por más triunfos que ostenten. El escaso correlato entre esos resultados y el rendimiento fuera de nuestras fronteras -con las nobles excepciones de Asiatic Boy y Honour Devil, en su caso- lo llevó a adquirirlos de un año de edad, cuando aún no pisan la pista.

Los apostadores ya hicieron un curso acelerado de pesquisas para determinar quién es quién. O quién por quién. Se sabe: en el momento de ir a la ventanilla, el dato del preparador inclina la balanza tanto como el jockey, el padre y la madre, y la caballeriza, una vez que se evaluaron los antecedentes de cada caballo.

El cliente del hipódromo que ve cómo el caballo que le ganó es distanciado una semana después por doping siente que es defraudado. Y sabe que unos peldaños abajo tiene máquinas que no requieren estudio, sólo azar. Para ellos no hay reemplazantes.

ggonzalez@lanacion.com.ar