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martes, 2 de junio de 2009

Falleció el gran Vincent O'Brien (Turfdiario)


2 junio 2009

El gran Vincent O'Brien se abrió paso a la leyenda





A los 92 años, el fantástico entrenador falleció ayer en Irlanda; fue, sin dudas, uno de los mejores de la historia

Hay documentos que relatan el inicio de este deporte hace siglos. Hay especialistas que argumentan el comienzo de los tiempos cuando las líneas sanguíneas del sangre puro de carrera resistieron al paso del tiempo, a las guerras, a las primeras crisis económicas, al paso del tiempo y sus factores adversos. Y hay quienes aseguran que la hípica esperó hasta el 9 de abril de 1917 para escribir el primer capitulo entre la humanidad.
Si hubiese una biblia turfistica, el lugar para recibir al elegido fue en Churchtown, en el Condado de Cork, Irlanda. En el núcleo familiar, fue el quinto hijo de una familia de granjeros. Para su influencia, apenas su padre, Dan O’Brien, que disfrutaba de negociar con caballos de carrera. Éste, no disfrutaba ese hábito, sino que lo vivía como una manera de sobrevivir. Él, Michael Vincent O’Brien, en cambio, había llegado a este mundo para llevar esa actividad paterna a otra dimensión: como leyenda.
Lamentablemente, la razón humana aún no está preparada para entender los fenómenos más extraordinarios de la humanidad. Tal vez sea esa la razón por la cual algunos aun no puedan explicar lo que Vincent O’Brien (así fue conocido mundialmente) edificó con los caballos de carrera. Lo más cercano a una definición lógica fue expresaba por el formidable Lester Piggot, uno de los socios que más se acercó a este estatus casi científico: “Llevó la atención a cada detalle disponible, incluso hasta tomar cada individuo y acercarlo lo más humanamente posible al caballo de carrera”, enfatizó el jockey británico, quien aun recuerda ese calor cuando fue llamado por el compositor para la última gran travesía deportiva de su vida.
“Yo había regresado a las pistas hacia un par de meses. No tenía pensado viajar a Estados Unidos ni mucho menos. Incluso, ya no tenía más ganas de participar. Pero cuando me propuso cruzar el Atlántico para volver a montar uno de sus caballos, nada podía alejarme de su voz”, describe en un pasaje de tiempo hasta octubre de 1990, cuando trainer (de 73 años) y jockey (54) se apoyaron para terminar la última sinfonía inconclusa: Royal Academy en el círculo de los vencedores de la Breeders’ Cup Mile (G1).
Empezó sobre la montura, como gentleman raider, donde conoció el triunfo por primera vez en noviembre de 1940, en Limerick, con un equino de obstáculos llamado Hallowment. Pero rápidamente se dio cuenta que no sentía ese rol. Entonces fue como pocos meses después se propuso ejercer su aporte debajo de la cruz, una profesión que aprendió mucho tras de escena, en compañía de su padre, pero que con el correr del tiempo debería enseñar a sus colegas.
Apenas cuatro años después, con tan solo dos pupilos formaría una fama difícil de opacar. A cargo de Good Days se impuso en el Irish Cesarewitch y con Drybob, en puesta, del Irish Cambridgeshire, dos de las más importantes pruebas en el estilo hurdles del calendario irlandés. Aquellos serian apenas una muestra latente dentro su historial épico en este rubro.
Con el tiempo llegarían las estadísticas, siete en su país natal y dos en Inglaterra; su gran campeón, Hatton’s Grace, que entre 1949 y 1951 no dejó pista sin brillar; sus cuatro trofeos en la Cheltenham Gold Cup, con Knock Hard (1953) y Cottage Rake (1948-50); y en el Grand National, con responsabilidad en Early Mist (1953), Royal Tan (1954) y Quare Times (1955).
Su paso al llano tuvo un factor principal. En 1951, a causa de la gran cantidad de ejemplares a su cuidado (entre los propios y los encargados), el pequeño campo de Cork le estaba quedando escaso para sus prioridades. De este modo, con una extensión magnifica entre ojos, decidió mudarse al Condado de Tipperary y fundar lo que hoy conocemos como la cuadra Ballydoyle. A partir de ahí, no sólo su inquietud por la otra especialidad reinante en el mercado de la hípica despertó por completo, sino también la llegada de inversionistas de todo tipo y color para que explotara su talento en esa rama.
Nada menos que trece fueron las estadísticas conseguidas por su persona entre 1959 y 1988 en Irlanda, con márgenes avasallantes. Y pudieron haber sido muchas más de no ser por su ambición de preparar con tiempo a sus dirigidos para las grandes citas, incluso destinando cuatro o cinco caballos para una nómina donde finalmente sería uno el elegido para defender sus intereses. “A veces me preguntaba porque tanta dedicación por una presea en particular si había material para ganar 15 o 20 carreras mientras tanto. Al final del camino, después de ver su efectividad, entendí la razón”, se sonríe Piggot, que junto al brillante Pat Eddery eran las victimas predilectas en la selección.
Por supuesto que siempre hay barreras de necios en el camino de la excelencia. A causa de sus exhibiciones de capacidad, en varias temporadas fue suspendido por la dirigencia local entre tres y cuatro meses. Era injusto, se sabía. No obstante, su techo estuvo siempre más allá de una disputa dirigencial.
Ese don sin barreras fue que un día de 1968 planeó volar a Canadá con el objeto de incorporar buenos prospectos de sangre americana para su escuadrón. Ahí fue que conoció a Nijinsky, quien, según sus propias palabras, le quitó la respiración al unísono. Muchos de sus compañeros de viaje vieron alarmados por como O’Brien se interesó por el producto de al momento un padrillo poco probado como Northern Dancer. Pero, al día de hoy, a quienes duplican esa exclamación en admiración, ya que se trató de uno de los aportes más productivos del mercado europeo para la propagación de la raza.
“Fui muy afortunado de ser su asistente durante esa era dorada. Él abrió la puerta de las carreras al mundo tanto en su rol de entrenador como de comprador. Ya son 35 años de la línea de Northern Dancer aquí, con grandes probabilidades que el sábado (en el Epsom Derby) se cumpla otro aniversario con un éxito”, asevera el destacado John Gosden a esta causa.
En 1970, Nijinsky se agendó la Triple Corona de Europa, el último capaz de semejante proeza. Su semblante en el Epsom Derby (G1) de ese calendario va a ser recordado por siempre, tanto como el desarrollado para sus cinco restantes: Larkspur (1962), Sir Ivor (1968), Roberto (1972), The Minstrel (1977), y Golden Fleece (1982). Su estampa no se modificaba bajo ninguna circunstancia, con humidad y premio al sacrificio de todo el equipo. “Era tan modesto, calmo y genuino en el espíritu del deporte que saludaba a todos sus contrincantes antes y después de las competencias: eso lo llevaba aun más allá de esta tierra”, admite Mike Dillon, una de las cabezas visibles de Ladbrokes, que se deleita al reconocer fue O’Brien le extendió su mano para estrecharla en el Derby de 1970.
Además de la media docena de cintas azules, se apoderó de una decena de Classics más en Gran Bretaña. Empero, entre los episodios que más recuerda el mismo O’Brien está el Derby de 1984, que paradójicamente no pertenecería a dicha vitrina. Ahí, su hijo David retiró de la brida victorioso a Secreto, quien batió por media cabeza a El Gran Señor (Horacio Luro), de su propiedad. Otro legado.
Su nombre es sinónimo de Artaius, Solford, Sadler's Wells, Caerleon, Storm Bird y el dual Arc Winner Alleged, ese puntero nato que deleitó a propios y extraños. Además, fueron 26 logros en Classics irlandeses, 25 en cotejos del Royal Ascot, 23 en el Cheltenham Festival, algunos números más de su constelación de 51 años de sapiencia.
Se retiró en octubre de 1984, con su correspondiente residencia en Perth, Australia. A cargo del Ballydoyle quedó su hija Susan Magnier, esposa de John, quienes se encargaron de seguir sus pasos para darle continuidad a la realidad que vio nacer e hizo dar sus primeros pasos. Según declaró en su última visita a Inglaterra, para la disputa a un clásico en su honor, está satisfecho y orgulloso por la labor producida desde el tiempo en que se alejó.
A comienzos de este año decidió volver a Irlanda. Fue otro acierto. Ayer, por causas naturales, a los 92 años falleció en su casa de Straffan, en el Condado de Kildare. De seguro infinidad de personas pasarán a darle un último adiós en su funeral, programado para el jueves en la iglesia de St Conleth, en Newbridge. Estarán quienes relataron alguna vez que el inicio de este deporte fue hace siglos, los especialistas que argumentaban que el comienzo de los tiempos fueron cuando las líneas sanguíneas del sangre puro de carrera resistieron al paso del tiempo y a las guerras, entre otras cuestiones, y quienes aseguran que con Vincent O’Brien se fue una leyenda y empezó un mito para beneplácito de todos.

Sebastián Heredia

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