Conducido por Andrea Marinhas, Cafrune superó a Immaculate y se ganó un lugar para correr en la prueba internacional de San Isidro
Nos va a agarrar flojitos de grandes caballos el Latinoamericano, dentro de un mes y medio, en San Isidro. Corran los argentinos que corran, no tendrán la carrera ganada de antemano por el simple hecho de que se haga en casa. Ser local empuja, pero hasta ahí. Si de afuera llega a venir un contingente fuerte, habrá que estar preparados para aplaudir a los extranjeros y disfrutar de un gran espectáculo. Ya pasó en el Pellegrini y en el Dardo Rocha sin que a nadie le diera un infarto.
Lo que volvió a llamar la atención fue el bajo número de anotados para intentar convertirse en el segundo representante por La Plata, esta vez acompañando a Feel Fast. Fueron sólo seis en la clasificatoria resuelta ayer en el Bosque, ganada por Cafrune. Que hayan sido tan pocos puede entenderse porque no hay fondistas disponibles o porque interesa poco ganarse un lugar para correr por casi 350.000 dólares en premios. Una tercera explicación podría ser que hay patrones o cuidadores con sospechas de que a sus caballos un Latino les quedaría grande y directamente no lo consideran opción.
Por segundo año seguido, Cafrune se ganó una plaza para participar en la prueba que todos los años cambia de escenario, piso y sentido. En 2010 rechazó el convite para ir a correr a Chile, sobre el césped y a la mano derecha. En 45 días, lo espera San Isidro, donde sólo estuvo una vez en su vida. Cuentan que luego de la prueba de ayer, José Mastellone le dijo a Héctor Pochola Silva, el presidente la comisión de carreras: "Esta vez no le vamos a fallar".
Cafrune superó por la cabeza a Immaculate, manejado por una jockey que sabe la diferencia entre correr y andar a caballo. Andrea Marinhas sacó lo mejor de Cafrune luego de ayudarlo a encontrar camino libre en la recta para atropellar. Se la ve confiada arriba de los caballos a la futura abogada, que le gusta jugar al truco de vez en cuando.
Baja las orejas como enojado Cafrune y aprieta dientes en los finales de sus carreras. Es una de sus características. La otra es que se estira buscando ser más largo.
Cafrune es lo que su preparador quiere que sea: fondista o millero. Su próximo desafío será convertirlo de buen caballo arenero en buen pastero.
Por Julio Guimaraes
LA NACION
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